Proceso y resultados cuando los objetivos son inciertos

Como seres humanos que somos, tenemos una tendencia natural a crear, a construir cosas que perduran. Es una de las características que nos distinguen. Forma parte de nuestra esencia alcanzar logros por el simple hecho de conseguirlo, dejar legados, cambiar los modelos que ya funcionan.

En la gestión, se debate mucho sobre qué es más importante, si el proceso o los resultados. Una discusión con poco sentido si consideramos que, en la mayoría de ocasiones, el resultado es consecuencia del propio proceso. Si te propones abordar tareas complejas e inciertas es difícil determinar un resultado final perfectamente establecido. Por ejemplo, mejorar la preparación que reciben nuestros jóvenes, crear una marca, vivir dignamente… Tenemos la costumbre de establecer algunas mediciones que, muchas veces, no tienen otro sentido que anunciar el éxito de ese proceso que se antojaba épico.

¿Tiene sentido priorizar entre proceso y resultados?

Cuando abordamos objetivos de semejante nivel, lo primero que hacemos es dividirlos en metas que consideramos manejables y ahí es donde empiezan a aparecer las primeras diferencias en cuanto al proceso. Por ejemplo, en el intento de mejorar la educación, a pesar que todos pretendamos el mismo objetivo final, habrá quien considere que mejorar la calidad del profesorado es una meta más importante que aumentar la inteligencia emocional de nuestros hijos. O que hacerlos ciudadanos del mundo tiene prioridad sobre la transmisión de valores.

De esta forma, el simple hecho de priorizar unas metas sobre otras hace cada proceso distinto y, por tanto, el resultado final varía. Ésa es la tarea que distingue al líder, al innovador o al emprendedor: establecer prioridades en las metas que se deben perseguir en el proceso de alcanzar un resultado incierto.

Podemos crear marcas diferentes e igualmente competitivas, sin necesidad de disponer de los mejores estudios de mercado, de hacer buenos anuncios o tener buenos canales comerciales, puesto que para esas cuestiones ya hay expertos y especialistas. Las metas que se han desarrollado a lo largo del proceso son las que marcan la diferencia.

Podemos tener una vida digna de muchas maneras. Y el resultado final dependerá de las metas vitales que nos hayamos marcado a lo largo de los años. Metas que alcanzamos con mayor o menor grado de éxito. Y que, como resultado, han dado una vida de la que estar orgullosos.

Liderar tu propia vida, ser innovador para crear una marca o emprender la titánica tarea de mejorar la capacidad de nuestros jóvenes no tienen establecida una forma concreta de llevarse a cabo. Por ese motivo, no tiene sentido valorar la importancia del proceso sobre los resultados o viceversa.

Créditos de la fotografía: Jacob Joaquin en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

Javier Martínez Romero

Interesado en la gestión en entornos de incertidumbre, desarrollando el concepto de gestión relativa. Co-fundador de scalabBle. Siempre simplificando.
En Twitter: @javisagan

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